lunes, 3 de junio de 2013

La delgada barrera entre la música y el ruido

La semana anterior se nos pidió a todos venir a esta clase con algún instrumento, no importaba si sabíamos  tocarlo o no, lo importante era traer algo que pudiera emitir algún tipo de sonido para así poder realizar la clase. El instrumento que elegí para llevar fue la kalimba, ya que a pesar de que hay varios instrumentos en mi casa, la verdad es que no sé tocar ninguno y además la mayoría de ellos eran de gran tamaño y como me movilizo en metro en la mañana, en el cual el movimiento es bastante restringido, preferí optar por algo más bien pequeño y de agradable sonido.
Antes de iniciar a la clase se produjo el normal bullicio producto de las ansias y el entusiasmo y también el tener al alcance de la mano un elemento con que expresarlo. Llegada la docente llevadora de batuta nos presentó algunas diapositivas sobre el concepto de creatividad y algunos trabajos de expresión corporal y sonido; pasado esto iniciamos a lo que veníamos, el sonido, la música y a veces el ruido! Se nos indicó que debíamos poner todos nuestros instrumentos apilados al centro de la sala los contemplamos por un momento y posteriormente iniciamos una caminata alrededor de estos, la cual se hacía dificultosa por el tamaño de la sala y la gran cantidad de personas que éramos.
La siguiente instrucción era tomar  alguno de los instrumentos que se encontrara en el centro el cual llamara tu atención, naturalmente el tuyo no a pesar de que te llamara mucho la atención.
Posteriormente la profesora proyectó colores y también emociones, la indicación consistía en expresar a través de tu elección, en mi caso el pandero,  las emociones deletreadas y lo que provocaban en ti los colores mostrados. Reacción continua a esto: ruido, detestable ruido. No sé si realmente alguno
de mis compañeros pudo expresar su sentir ya que todos estábamos más o menos distraídos entre las risas nerviosas provocadas por la incomodidad del ambiente auditivo.

Pasado lo anterior, la profesora nos indicó que debíamos separarnos según la naturaleza del instrumento, es decir cuerdas por un lado, percusión por el otro, vientos por el otro y así… una vez agrupados los instrumentos se procedería se separarse por un determinado tiempo, la tarea entregada por la profesora consistía en crear una melodía que sonara más o menos armoniosa en un determinado tiempo, una vez finalizado este, habría que exponer nuestra creación frente a nuestros expectantes compañeros. Rápidamente salimos al patio de nuestra escuelinda a cumplir con nuestra misión, con la energía que caracteriza a los instrumentos que nos reunían,  los de percusión. Después de muchos intentos logramos crear una melodía medianamente armoniosa denominada “El huevo manda”, interpretada por “Las Maracas del callejón” por el lugar en que nos situamos a preparar nuestra pieza,  la cual presentamos a nuestros compañeros y nos tocó también presenciar los trabajos de ellos. Ya casi finalizada la clase la profesora no hizo definir esta en una sola palabra y aparecieron palabras como Improvisación, coordinación, espontaneidad, entre otras.
A pesar de la aveces incomodidad en la que me vi, supongo que lo que se pretendía mostrar era la conexión entre la música y las emociones, la que si la trabajamos y llevamos a un nivel más intimo, puede traducirse en una musicoterapia efectiva.

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