Nuestra quinta clase consistía en darle vida y color a nuestras
máscaras!.La clase se realizó en la sala Tomás fierro, como la anterior de
confección de máscaras, pero esta vez estábamos todos juntos. Luego de
acomodarnos en mesas por grupos y de reconocer las respectivas máscaras empezó la ya conocida y nunca bien ponderada
lluvia de indicaciones “traten de reflejarse en las máscaras” era esta vez la
frase decisiva.
Mientras empezaba a correr los materiales como témperas,
pasta muro, pinceles y lijas a través de las 2 mini salas, cada uno vivía su
propia travesía para conseguir algo de material y así poder iniciar la tan
esperada actividad de esta semana.
Previamente las profesoras nos habías recomendado que
quienes quisieran agregar cosas extras a sus máscaras las trajeran esa misma
semana, entiéndase por esto lentejuelas,
mostacillas y cualquier otro material
que sirviera para dar más sentido de pertenencia y un poco de parafernalia a la
cosa. Por supuesto yo había olvidado todo eso y no fue hasta la misma clase que
lo recordé, de manera que al verme en desventaja en cuanto a cantidad de
recursos intenté crear un artefacto lo más presentable posible dentro de mis
posibilidades y recursos.
Cuando por fin conseguí los materiales necesarios para
comenzar, me encontré con la nefasta situación de no tener ni una sola idea
dentro de mi cabeza de qué plasmar en la mascarita, así que comencé por lo básico,
lijarla. Luego de una lijada más bien extensa
y bajo el consejo de mis compañeros que tenían más experiencia en el tema,
comencé a aplicarle pasta muro para así crear una superficie más lisa y fácil
de pintar.
Una vez seca la pasta muro, era el momento de comenzar a
darle identidad a la mascarita. Comencé improvisando figuras con los colores
que más me gustan y así poder plasmar de cierta forma ese sentido de “identidad”
requerido por nuestra docente. Continué mezclándolos en un lado y en el otro,
tratando de recrear una máscara lo más carnavalesca posible, y sin darme cuenta como de un momento a otro estaba terminada, o por lo menos eso
creía yo.
Poco a poco mis compañeros iban terminando también, las máscaras
de algunos de ellos no tenían la cantidad de capas de yeso suficiente y
comenzaron a quebrarse. Muchos pudieron repararlas pero varios otros también,
resignados, tuvieron que pedirle a la profesora algunos rollos de tela con yeso
para así poder confeccionar una nueva en sus hogares.
Fuimos todos mutuos testigos del gran talento de algunos de
nuestros compañeros como también del empeño y creatividad de otros, había
máscaras de todos los colores y gustos, unas más vistosas y otras, como la mía,
más bien sencillas. Entusiastas como de costumbre, varios de mis compañeros
recorrían las salas para así apreciar de
mejor forma las recientes creaciones.
Luego de terminar nuestras mascaritas, alguno decidieron llevárselas
a sus casa para así seguir afinando algunos detalles y otros decidimos dejarlas
guardadas en la misma sala donde habían estado guardadas antes.
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